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Consejos sobre relaciones
Lo que formar parte de una familia homoparental me enseñó sobre el amor

Por Amy Beecham

Los psicólogos dicen que aprendemos a amar de nuestras familias. A veces, viendo la relación de nuestros padres podemos averiguar lo que no queremos en nuestra vida, pero en mis dos madres solo he visto el tipo de amor que quiero para mí misma.

Al crecer en una pequeña zona rural, era muy consciente ya desde muy joven de que mi familia parecía y era diferente. Aunque nunca fue algo con lo que me sintiese incómoda, lo veía en las caras de confusión de los profesores cuando se sentaban dos mujeres en el día de los padres y lo escuchaba en las contestaciones de patio del colegio del estilo de “bueno, por lo menos mi madre no es lesbiana”.

A pesar de que el mundo exterior pudiera sentir que me estaba perdiendo algo, yo siempre sentí que lo tenía todo con dos madres, un padre y una madrastra que me quería incondicionalmente. Nunca me he considerado otra cosa que no fuese extremadamente afortunada de tener la familia que tengo.

Nuestra casa siempre ha estado llena de amor

Juntas, creamos un espacio seguro; desde las notas que mis madres se dejaban en la nevera a la gente que entraba en nuestra casa, siempre recibida con los brazos abiertos. Mis madres son modelos a seguir por mucha gente, incluyendo a mis amigos, a los que ayudaron a salir del armario y a entender su propia sexualidad. Mostraron amor y apoyo a todos a su alrededor y supe desde muy pequeña que sea quien sea, seré completamente aceptada. Así que para mí, formar parte de una familia homoparental nunca ha sido algo doloroso, sino todo lo contrario.

Por supuesto, hay cosas difíciles de experimentar

En mayoría, son microagresiones: una camarera que pregunta sin mala intención si “se dejaron los maridos en casa” al servirnos o gente haciendo preguntas invasivas sobre mi propia sexualidad, como si fuese hereditaria.

Tengo un recuerdo especialmente doloroso de la escuela: ser la única niña a la que no invitaron a la fiesta de cumpleaños de un compañero de clase, solo porque su padre no quería a la “hija de lesbianas” cerca de su hijo. Pero en todo caso, esas experiencias solo me hicieron proteger más lo que tenía y ser consciente de lo valioso que era. Ni una sola vez quise esconderlo.

Siempre he odiado que algunas personas consideren el ser parte de una familia homoparental como si fuese algo que tengo que superar, una advertencia para mi vida, por lo demás cómoda y feliz. Pero no es que sea la persona que soy a pesar de mis madres, es gracias a ellas.

Cuando empecé a tener citas, era muy consciente de que mi experiencia sería distinta a la de otra gente. Mi familia es una gran parte de mi vida que nunca he escondido, pero tampoco sé cómo y cuándo hablar de ella en una cita. Todos en mi vida lo han sabido. Afortunadamente, nunca fue un problema para ninguna de las personas con las que salí, pero si lo hubiese sido, aunque fuese un poco, sería un motivo para romper.

En mis relaciones, estar con alguien tolerante y capaz de aceptar siempre ha sido una prioridad. El estándar que mis madres establecieron para el amor es tan alto que yo siempre quise lo mismo para mí. Al ver el modo en que se apoyan la una a la otra, supe que quería encontrar a alguien que fuese igual conmigo. Me siento afortunada de que la relación en la que estoy ahora me aporte todo eso y más.

Me han mostrado lo importante que es todo tipo de amor

La historia de amor de mis madres nunca fue una tragedia. Han soportado mucho, pero de ellas aprendí que a quién amas y cómo se ve no es algo de lo que avergonzarse. Me han enseñado que no importa cómo se ve al amor, sino cómo se siente, y que puede verse de muchas maneras.

En vez de huir de mí misma, siempre me han mostrado la importancia de existir como tu ser completo. Al ir al Orgullo desde muy joven, entendí lo sagrado que era y lo importante que era sentirse seguro y aprobado siendo completamente uno mismo.

Aprendí de ellas que incluso cuando es difícil, el amor puede ser fácil

No romantizaré las dificultades que mis madres tuvieron que superar, o soltaré clichés sobre cómo el poder del amor lo conquista todo. Puede que sí que sea cierto, pero la realidad es que ni ellas ni nadie deberían haber tenido que superar nunca esas barreras solo para estar juntas.

Pero a pesar de todo, son fácilmente una de las parejas más felices que conozco. Nunca importó mucho lo que la gente pensaba o decía, si se quedaban mirando o apartaban la vista, ellas siempre han sabido que lo que tienen es más fuerte que cualquier cosa que les pudiesen echar a la cara.

Más que nada, he aprendido que el amor no es algo que dar por sentado

El ser testigo de la fuerza de su amor y crecer en medio de él, solo me ha hecho darme cuenta de la suerte que tengo. Llevan juntas dos décadas, pero todavía tienen que luchar por demostrar su amor cada día. Nunca he dado por sentado que, siendo una mujer cis y heterosexual, no tendré que hacer lo mismo. Nunca tendré que sacrificar amigos y familia para seguir mi corazón ni el gobierno me dirá cuándo puedo casarme o no. Amar libremente, sin miedo o sin ser juzgado es un privilegio, uno por el que siempre me sentiré agradecida.

A lo largo de mi vida, han habido muchas ideas equivocadas sobre mi familia, pero la que más me desconcertó era la suposición de que mi experiencia en el amor sería de algún modo distorsionada. En realidad, el amor que mis madres mostraron tanto a mí como a ellas mismas me ha hecho una mejor hija, mejor amiga y mejor pareja. Todo lo que sé del amor es gracias a ellas.

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