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Consejos para las citas online
¿Es verdad que después de los treinta tener citas se complica?

Por Henriette Hell

Cuando llegas a la treintena, todo el mundo espera que te cases, formes una familia o, como mínimo, hayas conseguido un buen trabajo. ¿Qué pasa si sientes que todavía no es el momento? ¿O si solo has conocido gente que no merece la pena? ¿Y si aspiras a otra cosa?

¿Más de treinta años y sin pareja? ¿Y qué?

¿Recuerdas cuando con veintipocos no te perdías ni una fiesta y conocías a mucha gente nueva? Seguro que de algunas de esas noches salieron varios ligues. Ahora ya no es tan fácil: tus fieles compañeros de juerga han cambiado las cervezas por los pañales. Mientras en tu círculo no dejan de anunciarse compromisos y embarazos, tú sigues deslizando a la derecha y a la izquierda en tus apps de citas. Preguntas como «¿Aún sigues sin pareja?» o «¿Por qué no te planteas formar una familia?» planean sobre ti día sí y día también. De estos interrogatorios no se libra ni la mismísima Emma Watson, que recientemente se ha despojado de la etiqueta de soltera y ha afirmado «encontrarse en una relación muy feliz con ella misma». Quizás de esta manera la gente deje de entrometerse en su vida personal. De todas maneras, ¿qué más da no tener pareja pasados los treinta?

Hay gente que ya no se traga el cuento de «vivieron felices y comieron perdices»: les basta con saber que pueden disfrutar de la compañía de otra persona durante varios años. El otro día mi amigo Fabs me lo explicó más en detalle durante una fiesta. Hace poco llegó a la conclusión de que la monogamia no iba con él: aunque estaba bien con su novia, le apetecía enrollarse con otras personas. Le pesan más las ganas de probar cosas nuevas que el miedo a una posible ruptura sentimental. Mientras nos echábamos un cigarro en la terraza me dijo: «¿Qué me pasa? Si yo sé que quiero a mi chica».

Ahí estaba yo para tranquilizarlo: casi todo el mundo que lleva mucho tiempo con su pareja se plantea estas cosas en algún punto, sobre todo si su vida sexual es monótona y previsible. ¿Estaría la novia de Fabs dispuesta a abrir la relación?

En ese momento, se nos unió Paul, otro colega: «Vosotros dos sois muy tradicionales», nos espetó. Según él, la mayoría de los jóvenes ni siquiera piensan que algo pueda durar para siempre. «Nadie quiere agobiarse pensando que su historia de amor debe ser para toda la vida. Entonces, ¿qué problema hay?». Desde su punto de vista, ahora se deja que pase lo que tenga que pasar: no hay que montar un drama si una relación se acaba a los pocos meses o tras muchos años.

Con esta actitud, las infidelidades parecen caer en picado: «Si veo que empiezo a fijarme en otras personas, corto enseguida la relación. Encontrar a alguien con quien quieras compartir varios años de tu vida es maravilloso, pero desde que me divorcié dejo de proyectarme tan a largo plazo con mis parejas. Sé que ahora me gusta mi novia. Ella quiere tener hijos y yo no. ¿Y qué? Le saco diez años, así que romperemos en su debido momento».

No sabía si Paul se había olvidado de permitirse confiar en la gente o si estaba poniendo palabras a algo que nadie se atreve a decir. Al fin y al cabo, está demostrado que las relaciones duran cada vez menos: ¿será porque vivimos bajo la constante presión de superarnos día a día y de rendir en todos los ámbitos de la vida, incluso al intimar con nuestra pareja?

«Mucha gente no sabe tener una vida amorosa sin sobresaltos», agregó Paul. «Y no hay nada como ir estando con gente que tampoco es que vaya a marcarte de por vida, disfrutar de las relaciones sin comerse demasiado la cabeza y no compararte con otras parejas. Cuando la cosa se termine, quédate con los buenos momentos y pasa página». Visto así, parece sencillo.


Que no te cuenten cuentos

Sin embargo, a partir de cierta edad, muchas personas buscamos (de manera inconsciente) nuestro propio final feliz. Como cuando somos más jóvenes no tenemos ninguna referencia que nos permita saber qué nos conviene, nos esforzamos por lograr la aprobación de los demás: por este motivo, acabamos persiguiendo los ideales del resto y exigiéndonos demasiado a nosotros mismos. Hasta que no sufrimos un par de crisis fuertes de pareja, no somos conscientes de que podemos decidir qué reglas y valores nos llevarán a disfrutar de una vida plena. A decir verdad, no todo el mundo alcanza este punto, ya que se trata de un camino lleno de obstáculos del que casi nadie sale ileso.

Entre los 30 y los 40, esa etapa en la que parece que se nos va a pasar el arroz, muchos sienten la presión de tener que exprimir todo al máximo: conseguir el mejor trabajo, vernos los más atractivos y tener las relaciones que mejor funcionan. Hasta con las vacaciones somos así: si los vecinos viajan a una isla paradisiaca, nosotros nos vamos a una más exótica y que esté más lejos. Así, en lugar de disfrutar de un merecido descanso, cruzamos medio mundo solo para buscar la mejor foto para colgar en las redes sociales. Esas supuestas #parejasfelices que no dejan de presumir de idílicas playas y atardeceres y son la envidia de todos sus seguidores en realidad pueden tirarse días sin hablarse. No olvidemos el dicho: «No es oro todo lo que reluce».

En resumen, si empiezas a obsesionarte con encontrar pareja, la persona adecuada no llegará. Si no te dejas llevar, te perderás esa parte mágica y emocionante de las citas: la ilusión de la primera cita, las mariposas en el estómago cuando vuestras manos se rozan por primera vez, el primer beso, el primer mensaje al día siguiente…

Leí que, de media, antes de encontrar a alguien que sea algo compatible contigo debes haber tenido 100 citas. Queda claro que va a tocar besar algún sapo antes de encontrar a nuestra media naranja, así que, queridas parejas, dejad de preguntar a vuestros amigos solteros sobre su vida amorosa cada vez que los veais. Cuando os dicen «Es complicado», es verdad en el 99,9 % de los casos. Aunque cueste creerlo, hay vida más allá de estar o no una relación: probad a sacar otros temas. ¿O preferís que hablemos de vuestro matrimonio?

Cada persona, a su tiempo. También en el amor

Cuando se acerca la treintena, mucha gente se marca metas que lo único que consiguen es ponernos bajo una presión innecesaria y llevarnos a tomar decisiones precipitadas. No tienes por qué encontrar al amor de tu vida a los 28, casarte a los 30 y tener hijos a los 32.

Si tardamos algo más en encontrar a nuestra «media naranja», no pasa nada: ¡la vida no se acaba a los 40! Mi amiga Betty conoció a la suya con 41 años. Como bien dice: «Nada nos impide casarnos a los 40, encontrarnos a nosotros mismos a los 50 y conseguir el trabajo de nuestros sueños a los 60». La presión la dejamos para los neumáticos.

No, en serio, el amor es algo que no se planifica y no sirve de nada ir diciendo a la gente que solo será plenamente feliz cuando encuentre a «su otra mitad». La vida no se reduce a estar con alguien, ser felices y comer perdices: es mucho más importante cuidar de uno mismo.

La clave está en no cerrarse a todo lo bueno que (esperamos) nos deparará el universo. Hasta que eso llegue, disfrutemos de la gente que se cruce en nuestro camino: puede que no sean el amor de nuestra vida, pero seguro que la hacen más divertida.




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