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La verdad sobre... El dating para mujeres con TDAH

Escrito por Beth McColl

A finales de 2020 y después de años de estar rebotando de una lista de espera a otra, por fin me diagnosticaron un TDAH. El TDAH es un trastorno del neurodesarrollo que afecta a la capacidad de una persona para regular su atención o sus impulsos. En mi caso, esto se traduce en una guerra de emociones, una lucha interminable por gestionar mi tiempo y un sentimiento de culpa constante por los compromisos olvidados (tanto reales como imaginarios). Si hay una forma de presentar todo esto como algo sexy y colocarlo en mi perfil de citas, aún no se me ha ocurrido.

Tener citas con el TDAH puede suponer mucho esfuerzo. Es como un trabajo a tiempo completo, y parece que estoy constantemente disculpándome con una pareja muy agradable por haberme olvidado totalmente de responder a su bonito mensaje. Tratar de encontrar la medicación adecuada también me ha pasado factura. Una píldora me hizo sentir vacía y extraña, destruyendo totalmente mi apetito. Durante el verano, cuando un chico me preparó la cena, sólo pude comer uno o dos bocados antes de sentirme tan enferma que fui incapaz de continuar. Otra píldora aumentó mi ansiedad, normalmente bastante moderada, hasta tal punto que no podía salir de casa sin sentirme aterrorizada y con ganas de llorar, lo que no era ideal para intentar conocer gente nueva.

A pesar de que cada vez se habla más de ello en Internet, el TDAH sigue siendo bastante incomprendido, lo que puede dar lugar a algunas conversaciones realmente irritantes en las citas. No sé qué tiene ser una mujer con TDAH, pero invita a un montón de opiniones no solicitadas. Me han explicado con toda seguridad que mis síntomas se deben en realidad a una carencia de vitaminas y que me sentiré mucho mejor cuando incluya un poco más de pescado azul en mi dieta. Me han dicho que no me esfuerzo lo suficiente, que sólo lo estoy utilizando como excusa. Hay gente que niega que el TDAH exista, como si fuera un poltergeist que he conjurado para explicar por qué no puedo encontrar mis gafas de sol y sigo olvidando comprar papel higiénico. Me han enviado artículos condescendientes sobre formas de "curarme" sin medicación y he soportado largas charlas sobre los peligros del uso de los estimulantes que, con mucha prudencia y moderación, me han recetado. Algunas personas me han preguntado si pueden “coger prestada" mi medicación durante un fin de semana, como si mi capacidad para concentrarme y trabajar durante una semana fuera algo secundario ante el hecho de que ellos se emborrachen y hablen demasiado en una mala fiesta. Hoy en día investigo mejor a la gente antes de conocernos y, aunque estoy dispuesta a responder a preguntas hechas con buena intención al respecto, no voy a suplicar que me entiendan o me crean. En cuanto alguien deja entrever su incredulidad o desprecio, me siento más que feliz de dar carpetazo al asunto.

Aprender sobre la disforia sensible al rechazo también ha sido muy importante para mis perspectivas de citas. La DSR no es un diagnóstico, pero es un fenómeno común para muchas personas neurodiversas y explica en gran medida por qué los rechazos pueden ser tan dolorosos para quienes lo padecemos. El dolor del pasado causado por el hecho de que nos hagan sentir diferentes, el hecho de haber recibido muchos más comentarios negativos cuando éramos niños, la dificultad para regular las emociones y una mayor probabilidad de recordar los rechazos del pasado con gran detalle, son cosas que pueden convertirnos en adultos que están constantemente examinando el horizonte en busca del próximo rechazo. Las citas modernas están llenas de rechazos, pueden dejarte sin leer, hacerte unmatching o ghosting, puedes sufrir breadcrumbing o como sea que lo llamen los adolescentes. Entender mis miedos al rechazo en este contexto ha hecho que sea más fácil superar una ruptura sin interiorizarla o verla como una prueba de mi indignidad. Ahora sé que sentir que el mundo se desmorona porque me han dejado no es una señal de que he perdido a una pareja única en la vida, sino que es sólo mi cerebro que se está tambaleando temporalmente. Me doy un minuto para llorar, y luego me sacudo el polvo y sigo adelante.

Hablar abiertamente de mi TDAH ha sido la forma más eficaz de no dejar que se imponga o se interponga cuando quedo con alguien por primera vez. La persona con la que salgo tiene que estar de acuerdo con mis olvidos, mis horarios extraños y mi sensibilidad, así que no tiene sentido intentar ignorarlo durante mucho tiempo. Aun así, puede ser tentador no decir nada. Los primeros días en los quedas con alguien pueden ser geniales, con ambas partes comportándose de la mejor manera posible, mostrando sólo nuestro lado más luminoso y apasionante. Durante ese tiempo puedo engañarme a mí misma pensando que mi TDAH no necesitará ser abordado, que estará bien, que no saldrá a relucir. Pero en algún momento, habrá algo; un pánico por un plazo olvidado, o efectos secundarios inesperados y desagradables de una nueva medicación, y todo saldrá a la luz. Intento evitar esto sacando el tema en la segunda o la tercera cita, con un breve resumen y pasando a otra cosa. Sólo es vergonzoso si actúo como si lo fuera.

He trabajado mucho para amar y aceptar a la persona que soy ahora, y me niego a seguir avergonzándome por las cosas que no puedo controlar. Pero sigo teniendo la responsabilidad de reconocer que ciertos aspectos de mi TDAH pueden ser difíciles y perturbadores tanto para mí como para las personas más cercanas a mí. Mi memoria poco fiable y mi falta de atención pueden parecer descuido o desinterés, y tengo que hacer un esfuerzo consciente para corregirlo, de modo que las personas con las que salgo se sientan tenidas en cuenta y atendidas. Mi deseo de ser una pareja poco molesta, fácil de llevar y permanentemente disponible es bienintencionado pero poco realista. En su lugar, ofrezco lo que tengo: amor, cuidado, transparencia y mi máximo esfuerzo. Para las personas adecuadas, sé que eso es más que suficiente.

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